A veces es necesario dar un paso atrás, detenerse y tomar aire, apartar la vista de los árboles que no nos dejan ver el mar...
Hoy he pasado el día con ella, como casi siempre, pero me he dado cuenta de lo importante que es para mi. No nos damos cuenta de la importancia de cada bocanada de aire, de un trago de agua fresca, pero son esas pequeñas cosas, cotidianas y constantes, las que nos dan la vida.
Hemos estado a la orilla de ese Atlántico amable y terrible a la vez, que te hipnotiza con sus olas mientras la tarde cae blandamente sobre los volcanes.
Me mira, se rie, algo se me ilumina por dentro cuando la veo feliz.
Hoy es el cumpleaños de mi madre. 64 años. Tan lejos y tan cerca. Es una sensación extraña añorar a los seres queridos, de los que a veces te alejas por desidia, o por encerrarte en tu caparazón, o por no tener ganas de nadar en esas aguas de recuerdos y reproches en las que a veces se convierte lo que llamamos familia.
El frio está llegando, pero no aquí. Espero que no llegue nunca a su corazón, y se siga iluminando su cara cuando regreso a casa.
Ha merecido la pena. No se si es amor o es locura, pero creo sinceramente que es mi camino, nuestro camino. Nadie dijo que sería fácil, pero aquí estamos.
3 comentarios:
:)
Hermoso texto, sin duda.
Que maravilla disfrutar de los pequeños detalles, como su sonrisa iluminada por la tenue luz del atardecer.
Es cierto que muchas veces (o siempre) son los detalles pequeños los que llenan la vida de maravillas.
Disfrutarlos es un placer, en mi caso.
Gracias por la visita, un placer tenerte cerca de mi orilla.
Saludos desde este lado :)
PD: con tu permiso, te enlazo. ;)
Si fuese fácil no tendría gracia.
Gracias por visitar mi humilde blog!
Se os aprecia y se os quiere.
Prometo currarme una atalaya a la altura de sus ilustres visitantes.
BSS
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